viernes, 6 de marzo de 2009

La condena

Le cubrió los oídos como excusando su culpa. Pero cuando todo acaba la pena halla siempre el resquicio. Es decir, de qué me sirvió si parte de su cuerpo luego estaba en mi rostro como frutas viciadas que se arrojan contra un muro. Qué estúpida fuiste mujer, como seguir sintiendo madre. Estas lluvias como hoy, aún te intentan recuerdo, aunque no valgas siquiera el agua que mancha el techo del baño.
Todo te ha perdonado, las fotos, los perfumes, los nombres largos de las calle cortas, los papeles escritos estando al teléfono.
Que estúpida fuiste mujer, que ni siquiera pudiste matarlo. Había moscas ya en su pecho, el plomo solo lo ha acostado. Si eso fue amor, es que no esperas cartas mías.

En donde las horas te esperan, veras el prado donde has dejado tostar la miel de mi sonrisa. El cielo en el borde de la mano, las sombras debajo y por encima de las sillas.
Te enviare flores en octubre para remozarte la tristeza. Que no encuentre la puerta, que no haya plegaria que le de pan a tu alma, un puñado de esperanza será toda esta mierda de luz que me obsequiaste.
No morirás, estúpida, no así de simple, no tan fácil como sangre, tu hija no me lo perdonaría.

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