martes, 29 de noviembre de 2011

No volver

Lo haces imposible así,
que no quieras
cerrar la boca
y de pronto sea otra vez la sombra
la que te brota por sinergia
como el miedo
o lo abstinente en la memoria,
grotesca y cegadora,
una tormenta
que tierra arremolina en festival
de lo presente, lo latente,
lo ritual itinerante
que tiene detrás el caos,
el zumbido vociferante del vacío,
porque hieres parada allí
sin querer sonreir
y no es que alcance a temerte
pero me niego descuidar
el borde que aún sostienes
y te miro porque pretendes
caminar entre mis ojos,
ahuecar un estigma
que vista un bosque de sonidos,
que ya no puedo sino fumarte
y es porque te deseo
que enciendo y pito
y vuelo el fuego como un cable,
la cueva,
el ciego con la carne,
repto tu espejo
como un sable
que desentrama el mismo espacio,
piedra de sangre y de topacio,
bruta bitácora al delirio,
sé que al treparte
alumbro un limbo
de estridencias silenciadas
pero es que vale tu anagrama
lo que calimba
hace la brava
y tierna angustia del bramar
salteña espesa flor de viento,
licor de vientre, anaranjada,

me arrumba el humo
en tu situada
ampulación de lo filoso
que cursa en corso
tu espiral
hacia el enjambre,
si tenso púa en el alambre
habrá al final
un pentagrama,
es que la armonía actúa un vitral
de cenizas hacia el aire,

te veo y leo
tu locuaz forma de darte
universo,
un paso atrás
y la métrica
desierta,
un paso mas
y la ávida aspereza
habrá de aunar las grietas,
es tan salvaje el cosmos
que despiertas
que se reseca
el paladar del cuarto,
hilarante gaviota
de mis sentidos fatuos
anidas mis colores
como un reflejo
que tornasola,
pradera ánfora
que gesticulas
la mala hora
como una fruta
para el sediento,
tu beso escuda lo ceniciento
y frágil desnuda mi corazón,
es pulpa clara
tu voz farol
aún con su opaca
brisa de muerte,
vendrá a vengar
nuestra caricia
la cruel ciudad
con un reloj.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Bengala

Esta valija de cenizas
que el silencio me abre con tus ojos
puebla el vacío de semillas,
la ansiedad y la agonía
de las fogatas
solo licuan el humo,
de hondo el paladar
sabe cortar estrellas.

Limita cada piedra
que la mano no aprende,
saltar solo alumbra
la última herida,
huella por luna
y el hambre enciende un alma
(acaso arma) que presagia una nocturnidad marina.

Quedate todos los espejos
de los muebles,
no hay lirio o filo en lo que eres
sino en los huesos del castillo;
la cuerda mana su martillo
pues ama, al fin,
el mismo puente.

Mi boca trepa en cada miedo
una razón infinita,
no hay bengala
en que duerma el polvo
y así cada duda
florece extinta;
el abismo y la maravilla
son pestañas de lo inmortal.