Esta valija de cenizas
que el silencio me abre con tus ojos
puebla el vacío de semillas,
la ansiedad y la agonía
de las fogatas
solo licuan el humo,
de hondo el paladar
sabe cortar estrellas.
Limita cada piedra
que la mano no aprende,
saltar solo alumbra
la última herida,
huella por luna
y el hambre enciende un alma
(acaso arma) que presagia una nocturnidad marina.
Quedate todos los espejos
de los muebles,
no hay lirio o filo en lo que eres
sino en los huesos del castillo;
la cuerda mana su martillo
pues ama, al fin,
el mismo puente.
Mi boca trepa en cada miedo
una razón infinita,
no hay bengala
en que duerma el polvo
y así cada duda
florece extinta;
el abismo y la maravilla
son pestañas de lo inmortal.
viernes, 11 de noviembre de 2011
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