miércoles, 20 de enero de 2010

III

Y recorrerte con el hambre holístico
con que atraviesan los libros,
perfume, texto y textura
en una inercia remota que crispa el cuerpo que ocupa,
que acerca el barro a la boca
en la nostalgia infantil que da la saciedad y locura.

Capital (pena)

Ya violácea la noche
no contiene su espanto,
hay quién huye,
hay
quién
ya
no
puede volver atrás;
la calzada detiene
un golpe en el aire,
los cuerpos se adhieren de espaldas fratachas;
son mas las palabras a ver
que a pensar,
creer en la calma,
volver a ser pez.

Ya tenue en cintura
se pierde la esquina,
casi faro, solo pose.

Ya!
gritan aquí junto
con distancia de multitud,
ese golpe muerto de cajón que cierra,
esos tacos de reloj
que niegan mi café sin terminar
y queman la garganta
como un grito neonato,
porque ya es un sino que no,
una puerta del otro lado de la puerta.

Ya!
el paso nuevo vocifera
sobre el cigarro de la pena,
sobre las rimas de besar;
hay muerte inherte en la beldad
de esta prisa sobreaguada,
de este yerro sin tocar,
de este jarro sin tos;
habrá tiempo pero será siempre ya.

viernes, 15 de enero de 2010

A mano alzada IV

Déjalo.
El tiempo entretendrá en sus dedos
el nuevo cuerpo de líneas,
las nuevas formas no siempre son piedra de razón.

Siéntelo.
No preguntes
que el impulso no es ciencia
y tu parte es la parte
que media a ser vos.

Ábrete.
Entre tantos cables de puta ciudad
ninguno da tierra
si llevas tan cerca
el ojo en las cosas,
no esperes frutos sin sembrar primero el mundo.

Muévete.
Has primar el sentido que guíe
y lógrate un espejo de energías,
anda pez y aspira al mar
como una suelta de globos en tu pecho.

Déjalo, siente, abre y muévete.

Pensar no es una forma de ver.

miércoles, 13 de enero de 2010

II (el tercer ojo)

- Sí Señor, Señoría, son estacas este nombre, son grilletes que distienden pero ahogan el sentido como el calor o el encierro. Es extraña la certeza de luz ante la sombra que proyecta, del faro enmienda del cristal que anega el rayo y lo permite en su pesar.

- Sí Señoría, Señor, puedo jurar haberlo visto en los ojos que aquí versan. Su tránsito pagano, sus formas quedas, sus póstumas posturas del herido que no acusa pena y fuerza el hilo para salvar la grieta obscena y a filo/ piedra aprehendida. Mi fe en el alma ultimaría en hierro al arca aquí esgrimida. Que borre, el mismo viento que los engendra, los escalones al cielo que la luna clarea si es que yo miento. No he sido en la puñalada un fiel testigo, mas suelta el arma he vislumbrado en un caído la equiparación en el impulso con la marea mordiendo el curso del tiempo vuelto cristal.

- Sí Señor, Señoría, intento y niego en pronunciarla, lluvia es que siento, una infranqueable superposición de espejos que braman la intermitencia infinita del circunstancial y el campo que oscila entre la retina y el pecho. Quisiera poder dar un esbozo firme, pero titubea mi letra y vuelvo torpe a lo que otrora era una estela de mí. Señor, Señoría, sentirla es el canto mas puro y transparente, el extremo que lastima desde el seno hasta la piel misma de las cosas. Quitarle voz es darle un cielo de silencios. Señor, Señoría, frente al ojo de gruta interna que aquí sostiene las mismas hierbas que a mí detienen, confieso plena inrazón y gozo de ser quién puebla sus estretagemas de olvido con letras yertas de sentido e intención.

miércoles, 6 de enero de 2010

Andemos

Si la luz se fue,
si no hay para estar,
sin las alas habrá que crear
un nuevo cielo de formas.

Si la sombra es piel
que en la noche hila
lágrima y cantar en la boca,
seamos entonces el mar.

Andemos la piedra
como el viento logra,
si el mundo se encoge
hagamos fuego
del árbol que se ahoga.

Ceguémosle al miedo
la razón que alumbra,
que no estamos solos
aunque el eco
de nuestras mentes confunda.

Seamos el fantasma
que baile primero,
si se cae el cielo
habrá uno luego
para levantar de a sueños.

Andemos la piedra
como el viento logra,
si el mundo se encoge
hagamos fuego
del árbol que se ahoga.