miércoles, 13 de enero de 2010

II (el tercer ojo)

- Sí Señor, Señoría, son estacas este nombre, son grilletes que distienden pero ahogan el sentido como el calor o el encierro. Es extraña la certeza de luz ante la sombra que proyecta, del faro enmienda del cristal que anega el rayo y lo permite en su pesar.

- Sí Señoría, Señor, puedo jurar haberlo visto en los ojos que aquí versan. Su tránsito pagano, sus formas quedas, sus póstumas posturas del herido que no acusa pena y fuerza el hilo para salvar la grieta obscena y a filo/ piedra aprehendida. Mi fe en el alma ultimaría en hierro al arca aquí esgrimida. Que borre, el mismo viento que los engendra, los escalones al cielo que la luna clarea si es que yo miento. No he sido en la puñalada un fiel testigo, mas suelta el arma he vislumbrado en un caído la equiparación en el impulso con la marea mordiendo el curso del tiempo vuelto cristal.

- Sí Señor, Señoría, intento y niego en pronunciarla, lluvia es que siento, una infranqueable superposición de espejos que braman la intermitencia infinita del circunstancial y el campo que oscila entre la retina y el pecho. Quisiera poder dar un esbozo firme, pero titubea mi letra y vuelvo torpe a lo que otrora era una estela de mí. Señor, Señoría, sentirla es el canto mas puro y transparente, el extremo que lastima desde el seno hasta la piel misma de las cosas. Quitarle voz es darle un cielo de silencios. Señor, Señoría, frente al ojo de gruta interna que aquí sostiene las mismas hierbas que a mí detienen, confieso plena inrazón y gozo de ser quién puebla sus estretagemas de olvido con letras yertas de sentido e intención.

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