Cuando no quede
con qué atentar contra el pulso regular,
cuando ya nada cimbre
haya disparo o rauda fuerza
del mar libro enemistando la vaguedad,
sea ciego el silbar de las certezas
y con el alma puedan naufragar
las espadas naturales.
Cuando a nacer no llamen
los algoritmos del silencio
y entre cada canción
no arrumbe el látigo latido,
cuando baile alarido
el sombrío amanecer que se sucede
pirámide a las mieles
truncada vela o de arena catedral,
cuando sea un juglar
el brío fuego a la manivela,
cuando al dragón su antena
disuada el resto de la mañana,
cuando la luna invadan
los justos lentes a la montura,
cuando ya no haya bravura
en el viento cincel del polvo de las eras
pues mi calavera rueda de mundo accesoria
habré agotado al fin tu leve gesto,
ardid cigarro en la deshora,
tu locura en el vaso
y luego el labio
sabe no regresar.
martes, 18 de octubre de 2011
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