Subiendo al cuarto altillo cierra el compartimento de escalera.
Toma el cuerpo de un mustio mueble que yace volcado sin sus teclas de guardar y lo asimila de asiento desplegando sus piernas como mesa.
Sin demasiada tinta enumera espacios y las formas que desbordan, todo aquello que le cree el sentimiento de ser solo un medio como una corbata o un pintalabio.
Apretando con fuerza su boca retiene la gota como un latido en el párpado, firma soltándose piedra en la hoja que pliega en lenta forma y cierra en un sobre con su nombre.
Toma del bolsillo de su abrigo una semilla y, sin fingir el pulso, apuntando sobre su sien dispárase una flor en plena mente.
Su cuerpo, sobre el viejo suelo de almendra, comienza a echar raíces en el aire.
lunes, 27 de diciembre de 2010
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