Adelanta tu arteria
de metrónoma huida
la inerte cadencia
que tensa la arena
sin flancos ni yemas
que aún viguen de estigma,
la pulpa pereza
que estanca e ilumina
cediendo la cuenta
ha librado el alma
y harás su lagrimal,
su cristal
de espejada infinitez.
Luego el asta a mano alzada
forzando el tiempo a reparo,
cegando el pliegue y la coma
como al bramar su maroma
el oleaje atiza en retiro,
compás de piel cada hilo
fue alternando en consonancia,
el iris precepto de mundo
alivió su gris impedancia,
de alma aroma la danza
ondeó escalpelo el sentido
de asimilar lo vestido
como si tal fuera gracia.
Esa liviandad que te iguala
con ciertos lagos absurdos
cuando a puñal sangran alas,
tu crominancia
y el verso que te amparan
juegan nudos
que vagan entre lo cierto
y los tibios fuegos que interpretan lo real,
sobre tus ojos
la noche sopla otra maravilla.
Que el canto muerda la orilla
tras dar primal artefacto
es solo en vientres girando
en nenúfar riel sobre el aire,
la misma argucia
que anima el valle
asigna el frágil espacio,
esas otras pieles
libando nuestra inmanente derrota,
la letra sobre la boca
dibuja en rito el impacto,
el brillo arbitra la soga
y nos abre un lirio en la roca,
labrado el puño
en la sombra
delinea el sueño y las formas
de sostenernos mutando;
sea hastío instrumento
o el placer carrusel de agitarse a ser río
lo armónico huye hacia el movimiento
de soltar el cuerpo a cegar el vacío.
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