Volteando la esquina duerme,
salvándo su sombra de inercia,
de miércoles fatuo,
quitarle mi espacio
es que no exista nada.
Las tintas manzanas
que arguyen mi tiempo
se ambigüan
ufanándose de mis discos
y mis diarios;
un hueco es un ducto
y la flor se reduce
a montar tus cuerpos medios,
tu rostro de eterno estereotipo.
Dibujo paredes de un aula que espero,
retoño los duelos
valientes del agua,
persigo al hambriento,
al harapo,
a la espada,
consigo ser ello
al ceder el espejo,
desvisto lo nuevo
y vuelve a darme agua.
No linda si repto,
no anida si lego
a mi cuerpo otra cinta,
otra forma de vista
que no adentre un fin con un pero;
si amparo
he depuesto
la última puerta de mi.
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