Con la boca entumecida de sombras
que el volar me cercena,
tenso los párpados hasta florar
con la tibieza que rueda
y no es la prensa lo que punza,
no es el cuello que espiga la piedra,
es la tristeza, amor, es la tristeza,
somos cuchillos devotos de la oración.
Exacta se hace la sangre
en cada cuenca urgente,
con la bestia enceguecida
no existe y todas son La puerta,
el tambor y la tormenta
son entidades de la medida,
son espirales a la estampida
de un náufrago quemando estrellas.
Descifrándonos las heridas
rodamos nubes de biblioteca,
en la conjunción de nuestras guerras
prospera al fin una ventana.
El silencio en la noche sibila
y corrompe de muerte.